jueves, 23 de julio de 2009

Los padres que somos y los que queremos ser

Los padres que somos y los que queremos ser.
“Yo debería dedicarles más tiempo, pero se me hace muy difícil”, “No los estoy mandando a la escuela que quisiera, pero no puedo pagar otra”, “yo tendría que ponerme más firme con lo que come, pero no puedo”……frases como esas y muchas otras pueden escucharse en conversaciones de amigos y amigas en referencia a la educación de sus hijos.
Padres y madres hablan de “cómo quisieran que fuera” y “cómo es” el modo en que educan a sus hijos. Esa distancia entre el modo entre el “quisieran” y el “es”, suele terminar en la sensación de sentirse “en falta”.
¿En algún aspecto de nuestra vida somos lo que queremos ser, o nos acercamos más a un “promedio” entre ese deseo y nuestras posibilidades? No, si llegáramos a cumplir dichos deseos, nos quedaríamos sin objetivos, sin metas, y nuestra vida sería muy triste.
¿De dónde sacamos ese modelo que establece lo que deberíamos ser? En muchos casos, de la representación que tenemos de nuestros padres u otros que conocimos. ¿Pero en qué mundo vivían ellos? Hace 30 años muchas menos mujeres trabajaban o estudiaban, la jornada laboral era más corta, la violencia y el riesgo de la ciudad era menores. Esos padres tenían más tiempo para estar con sus hijos, vivían en sociedades más armónicas y menos cambiantes. Era un mundo muy diferente, ni mejor, ni peor….diferente.
Es muy bueno que más mujeres lleguen a la universidad o al mercado de trabajo, que los matrimonios se unan por amor y no por compromiso como hace algunas décadas, que los chicos sean más escuchados en sus casas. Pero todos estos avances tienen costos, presentan dificultades, si la referencia son nuestros padres.
¿Cuál es el problema de esta tensión entre los padres que queremos ser y los que somos? Que terminamos siendo unos padres tibios, poco convincentes, dubitativos y temerosos. Y en ese sentido, somos poco claros. Y es muy difícil crecer con unos padres que cambian, dudan, se confunden, porque los chicos se quedan con pocas referencias
Los chicos aman a sus padres, y esa relación es incondicional, no depende de evaluaciones. El problema es cuando sus padres no terminan de serlo, no logran ser una referencia, una autoridad, una guía.
Nuestros padres no estaban seguros científicamente que el que estudiaba tendría un futuro mejor, ni que el modo de educarnos sería la garantía de éxito en la adultez. Pero nos los decían desde otra convicción, la apuesta por un conjunto de valores en los que creían.
Somos los padres que somos, los mejores que tienen nuestros hijos, los únicos. El tema es que nosotros estemos convencidos que somos lo mejor que podemos ser, pero convencidos realmente. Así podremos ser una referencia clara, con la cual pelearse, a la cual admirar, y fundamentalmente, desde donde crecer.
Escrito por:
Gustavo F. Iaies
Argentino

No hay comentarios:

Publicar un comentario